Estatua de Osiris, 664-30 A.C.
Para poder interpretar de forma coherente el simbolismo del dios Osiris y saber cuál era su función y su significado dentro de la Cosmovisión Sagrada del antiguo Egipto, tal y como nos hemos propuesto en esta serie de artículos, debemos primero conocer bien el Mito de Osiris, pues es ahí precisamente donde se hallan implícitas las claves hermenéuticas fundamentales que necesitamos, para poder desvelar, al menos hasta donde seamos capaces, los divinos misterios del Culto Osiriano. Mito de Osiris tiene una evolución tan larga y dilatada como la propia historia de Egipto, y si bien sus fuentes son muchas y muy variadas, la versión más acabada y completa que ha llegado hasta nosotros se encuentra en el libro De Isis y Osirisescrito por el historiador y filósofo griego Plutarco. En cualquier caso, conviene destacar que el Mito Osiriano es uno de los mitos troncales del panteón egipcio ya que, desde el punto de vista del culto popular, es el mito divino por excelencia que inspiraba el sentimiento de devoción, amor y reverencia religiosa en el corazón del pueblo egipcio. De hecho, es de él del que extrae el hombre egipcio su concepto del bien, de la bondad, de la justicia, del amor filial, de la belleza espiritual, de la rectitud moral, de la eternidad divina y de la inmortalidad del alma humana, pues más allá de cualquier interpretación hermenéutica, algo que es incuestionable es que el dios Osiris encarna en el pensamiento egipcio la esperanza en la vida eterna y la resurrección del alma después de la muerte.Por otro lado, como bien aparece reflejado en el mito, Osiris personifica el modelo ejemplar del faraón; el arquetipo perfecto del rey egipcio, soberano de toda la tierra que gobierna el mundo que ha recibido en herencia como hijo primogénito de su padre Geb y su madre Nut. Herencia que desde ese momento será conocida como el Testamento de los Dioses1. Por eso, a partir de Osiris, el rey egipcio será considerado siempre como el heredero legítimo del trono de Geb, que gobierna el mundo por derecho divino. Podemos decir entonces que Osiris fue el primer rey de la humanidad que gobernó el mundo con justicia, bondad, sabiduría y prudencia durante la Edad de Oro, dejando tras de sí el dulce recuerdo de una bella era de prosperidad, abundancia y felicidad. Fue él quien enseñó a los hombres los principios esenciales que rigen el orden natural de la existencia a través del movimiento periódico de los cuerpos celestes, especialmente del Sol y de la Luna, que regulan los ciclos de la vegetación, la siembra y la cosecha. Fue también quien les instruyó en los principios de la astronomía, el calendario, la agricultura, la geografía y la navegación. Quien les enseñó a fabricar cerámica, herramientas, instrumentos musicales y utensilios de labranza; a tallar las piedras y la madera, a armar barcos, fabricar presas, canales hidráulicos y a construir ciudades. Quien les inició en la ciencia de dictar leyes humanas como reflejo de las leyes divinas y les enseñó los principios de conducta que ponen la vida del hombre en armonía con el orden natural de la existencia que ellos llamaban Maat.
No satisfecho con civilizar la tierra de Egipto, Osiris se marchó a transmitir sus enseñanzas a otras tierras lejanas, dejando el gobierno de Egipto a cargo de su esposa-hermana Isis, que gobernó el país en su ausencia. Pero su envidioso hermano Seth, que ambicionaba el trono y odiaba su bondad, su sabiduría y su grandeza, aprovechando que Osiris estaba ausente, urdió un plan junto con otros setenta y dos conspiradores, entre los que se hallaba la reina de Kush (Etiopía), llamada Aso. Después, en secreto obtuvo las medidas exactas del cuerpo de su hermano y fabricó un cofre de maderas nobles, ricamente adornado de joyas y piedras preciosas digno de un rey, que se ajustaba perfectamente a las medidas del cuerpo de Osiris. Mientras tano este, que odiaba la violencia, se dedicó durante este tiempo a difundir los beneficios de la paz y la civilización por todo el mundo, conquistando el corazón de los gobernantes y las gentes de todos los países que visitó, con su bondad, su amor y su sabiduría.
Cuando Osiris volvió por fin a Egipto, después de haber civilizado a la humanidad, se encontró el país en perfecto orden gracias a Isis, que había sabido gobernar en su ausencia con sabiduría y prudencia. Pero entonces, su envidioso hermano Seth decidió aprovechar la ocasión y organizó un fastuoso banquete para celebrar su veintiocho aniversario. La fiesta de Osiris, a la que no faltó ninguno de los setenta y dos conspiradores, fue todo un acontecimiento. Llegado el momento, cuando los corazones de los invitados estaban jubilosos, Seth desveló el cofre y anunció: «Este cofre divino será para aquel cuyo cuerpo encaje perfectamente en él». Entonces, los invitados se lo fueron probando uno a uno, pero a ninguno le ajustaba bien, porque para algunos era demasiado largo y para otros demasiado corto o demasiado estrecho. Al final Osiris, deslumbrado por la sublime belleza del cofre, se acercó y dijo: «Dejadme probar a mí». Entonces entró en él y viendo que encajaba perfectamente dijo: «Visto que está hecho a mi medida, será mío para siempre», a lo que Seth respondió «Tuyo es hermano y, de hecho, lo será para siempre»; y cerrando la tapa rápidamente, la clavó con ayuda de los conspiradores y la selló con plomo fundido. Acto seguido, Seth y sus secuaces transportaron el cofre hasta el brazo Tanítico del Nilo, en el Delta, que desde entonces fue considerado por todos los egipcios como el lugar maldito donde Osiris fue arrojado a las aguas del Nilo.
190s
Grupo arquitectónico de Philae, en el Nilo
Estos acontecimientos tuvieron lugar en el día 17 del mes Athor, (Septiembre), cuando el Sol pasa por el signo de Escorpio, durante la celebración del veintiocho cumpleaños del dios Osiris. Y según nos cuenta Plutarco en su libro Isis y Osiris, los panes, así como los sátiros2 que viven en las cercanías de Chemnis3 fueron los primeros en conocer este hecho y en divulgar por todas partes la trágica noticia, por lo que hasta hoy se conoce como terror pánico el pavor súbito de una muchedumbre y su espanto repentino. En cualquier caso, con este primer magnicidio o golpe de estado, terminó la Edad de Oro de la humanidad y el mal y la injusticia hicieron por primera vez su aparición bajo el gobierno del malvado y envidioso Seth. Según cuenta el mito, las aguas del Gran Verde4 arrastraron el sarcófago del dios hasta las playas de la ciudad de Byblos, en la costa de fenicia, donde las olas lo depositaron con suavidad al pie de un tamarindo. Este arbusto creció hasta llegar a convertirse en un grandioso árbol, con el cofre incrustado en su tronco, y al final acabó siendo el pilar que sostenía el techo del Palacio del Rey de Byblos.
Ignorando todo esto, nada más conocer la noticia de que Seth había asesinado a Osiris para arrebatarle el trono, Isis, llorando desconsolada, salió en busca del cadáver de su amado esposo y comenzó a deambular por todas partes presa de total angustia y desesperación, preguntando a todos los que se cruzaban en su camino si conocían el paradero del cofre de Osiris, pero no había hombre ni mujer que supiese darle información, hasta que por fin unos niños que jugaban en la ribera del río le indicaron cual era el canal del Nilo por la que había sido arrojado al mar. Isis prosiguió incansable su búsqueda, hasta que un misterioso viento divino le reveló que el cofre había llegado flotando hasta las costas de la ciudad de Byblos.
Isis acudió a esta ciudad, averiguó que el cofre de Osiris se hallaba dentro de la gran columna de palacio, y para poder estar cerca del sarcófago de su esposo se disfrazó de sirvienta real y consiguió granjearse la amistad y la confianza de la reina Astarté. Más tarde, cuando los reyes de Byblos conocieron por fin su divina identidad, se sintieron honrados y le ofrecieron los más bellos regalos que puedan imaginarse, pero ella solo pidió una única cosa: el gran pilar de tamarisco que sujetaba el techo de palacio y todo lo que en él hubiera. Cuando se lo entregaron, Isis lo abrió sin esfuerzo y sacando el cofre le devolvió el pilar al rey cubierto por una fina tela ungida de flores y esencias. Este trozo de madera se mantuvo en Byblos como el pilar que una vez albergó el cuerpo del dios Osiris y como tal fue venerado durante mucho tiempo.
Cuando Isis estuvo por fin a solas ante el precioso cofre que contenía el cuerpo de su amado esposo, sintió entonces una infinita pena y desconsuelo y, dejándose caer sobre él, lo abrazó llorando, mientras de su corazón surgía un lamento tan agudo y lastimero5 que la tierra entera se estremeció de dolor. Isis cargó entonces el cofre en un barco y, al llegar a Egipto, lo escondió en un lugar secreto de los pantanos del Delta. Pero desgraciadamente Seth, que se hallaba cazando jabalíes, una noche encontró el cofre y lo reconoció. Encolerizado por el funesto hallazgo, tomó el cuerpo de Osiris y lo despedazó en catorce trozos6que esparció a todo lo largo y ancho del Nilo, para que sirviese de alimento a los cocodrilos. «¿No decían que es imposible destruir el cuerpo de un dios? Pues yo lo he hecho… Yo he destruido al dios Osiris» dijo Seth riendo de forma estruendosa… y su risa se escuchó en todos los rincones de la tierra, y los corazones de todos cuanto la oyeron temblaron, estremeciéndose de terror.
Enterada de la tragedia, Isis subió a una barca hecha de papiros y comenzó a buscar los trozos del cuerpo de Osiris recorriendo el Nilo. Dicen que a su paso los cocodrilos respetaban su duelo y en reverencia a la diosa no tocaban su barca. Por eso en épocas posteriores, cuando alguien navegaba por el Nilo en una barca de papiro, se creía a salvo de los cocodrilos, pues se pensaba que estos todavía creían que era la diosa Isis en busca de los trozos del cuerpo de Osiris. Pero esta vez Isis no estaba sola, pues además de la protección mágica de siete escorpiones, contaba con la ayuda de su hermana Neftis, esposa de Seth, y con Anubis, el hijo que Neftis había concebido de Osiris cuando este la había confundido con su esposa.
Poco a poco Isis fue recuperando cada uno de los trozos del cuerpo, envolviéndolos en cera aromatizada, y en cada lugar donde hallaba un trozo, Isis entregaba a los sacerdotes una figura para que le levantaran una tumba y le venerasen. Sólo un pedazo quedó por recuperar, el miembro viril que fue engullido por cierta especie de peces7 que quedaron malditos a partir de ese momento8. Y así es como la sangre y el esperma de Osiris empaparon la tierra y como cada nomo albergó un fragmento del dios. Esto explica por qué son tantas las ciudades de Egipto que se disputaban el honor de albergar la tumba del dios Osiris.
Finalmente, con ayuda de Thot y de Neftis, Isis fue recomponiendo de nuevo el cuerpo de Osiris. Con ayuda de Anubis unió mágicamente sus pedazos con vendas, haciendo el primer ritual de Osirificación. Iniciada por Thot a los misterios de Heka (la Magia Divina), Isis regó con sus propias lágrimas de amor el cuerpo de Osiris y lo reanimó con su magia, practicándole el rito de apertura de la boca, los ojos, etc., y después, tras haber fabricado con sus propias manos un falo artificial, adoptó la forma de un milano sagrado, y aleteando sobre el cadáver de Osiris quedó embarazada de Horus.
Resurrección de Osiris
Asimismo, el mito nos cuenta un hermoso pasaje de esta historia sagrada, que a partir de entonces será representada en los relieves de muchos templos y que actualmente todavía podemos contemplar en el mamisi, o «sala de nacimientos» de algunos santuarios como el de Déndera, Abydos o Philae. Se trata de la escena que representa a la diosa Isis escondida en los pantanos del Delta del Nilo, acunando en sus brazos al niño divino, o la del joven Horus creciendo sano y fuerte en medio de los cañaverales, mientras las dos divinidades heráldicas de la realeza faraónica, que son la diosa cobra Wadjet, protectora del Bajo Egipto, y la diosa buitre Nejbet, protectora del Alto Egipto, otean el horizonte, una encaramada sobre un junco y la otra desde lo alto del cielo, vigilando incansablemente para mantener a salvo al pequeño Horus de las salvajes hordas de Seth, que lo buscan para asesinarlo.
Finalmente, Osiris regresó de los infiernos y resucitó de entre los muertos, siendo el primero en alcanzar la inmortalidad. Más tarde, el propio Osiris se encargó personalmente de instruir al joven Horus, que cuando se hizo adulto, reunió un ejército y tras múltiples batallas y enfrentamientos, logro por fin vengar el asesinato de su padre y someter al malvado Seth, al que le cercenó los testículos, para que nunca pudiera procrear. De esta forma, Osiris se convirtió en el arquetipo del rey divino que vive eternamente en el más allá, gobernando el reino de los muertos, y Horus en el modelo del rey vivo que gobierna la tierra de los hombres9, arquetipo perfecto del legítimo heredero del trono de Egipto, restaurador de la Maat,10 y héroe por excelencia.
Javier Vilar
1 En lengua egipcia “Imyt Netcherw”.
2 Sátiros y Panes son genios de la mitología griega que sirven al dios Pan, o sea, genios o espíritus invisibles de la naturaleza.
3 Antigua ciudad egipcia conocida por los griegos como Panópolis, que significa “la ciudad del dios Pan”.
4 El “Gran Verde” o en lengua egipcia Wadj-Ur, es como los antiguos egipcios llamaban al mar Mediterráneo.
5 Este llanto desconsolado es el que desde entonces reproducen las Divinas Plañideras, acompañando al difunto en su funeral.
6 El número de fragmentos varía según las distintas fuentes del mito.
7 Según las versiones del mito, el falo de Osiris fue engullido por el pez siluro, el lepidoto, el oxirrino,… etc.
8 Los antiguos egipcios sentían una profunda aversión hacia estos peces.
9 Por eso cuando los textos se refieren a los reyes antepasados, les llaman el “Osiris tal” o el “Osiris cual”, y al rey vivo “el Horus tal” o el “Horus cual”.
10 Es decir, la Verdad, la Justicia y el orden natural.